Podemos haber sido fieles por muchos años a una empresa, a una relación, a un ministerio, pero en el mismo momento en que nos comportemos deslealmente estamos manifestando la verdadera naturaleza de nuestro corazón.
No hay una causa, o circunstancia que justifique la infidelidad. Porque la infidelidad no está condicionada a las circunstancias sino a la naturaleza del corazón.
Cuando las circunstancias ya no sean tolerables, es mejor terminar el contrato, la relación o lo que nos una, y no «permanecer» en el estatus por apariencia, temor, o cualquiera sea la emoción que nos embargue.
¿Cómo es que alguien puede ser fiel por años y luego volverse infiel? No existe realmente tal cosa, pudiéramos decir que ese alguien se mostró fiel por alguna conveniencia; lo he dicho antes, fidelidad por conveniencia es pura apariencia!
El infiel siempre encontrará una razón para justificar su infidelidad, pero la honestidad en una relación precede a la fidelidad. De ahí que el infiel no es honesto, siempre esconde algo, nunca dice toda la verdad, sus actos y palabras siempre están en sombra o a media luz.
David, el dulce cantor de Israel, tuvo todas las oportunidades y todas las condiciones para justificar una infidelidad hacia el rey Saúl; pero se mantuvo fiel a él aunque no lo merecía. Jonatán, el amigo de David, le fue fiel aun a pesar de su propia presión emocional, a costa de la relación con su padre Saúl y a costa de su propia vida!
La fidelidad del corazón te lleva a permanecer firme aún sufriendo las consecuencias.
Si nos damos cuenta que hay infidelidad en nuestro corazón, no deberíamos tomarlo a la ligera, simplemente justificando que somos humanos y tenemos fallas. Somos humanos y fallamos, pero estamos llamados a ser imitadores de Dios, como hijos amados, y nuestro Dios es llamado Fiel y Verdadero. Necesitamos exponer nuestra infidelidad ante la luz del Espíritu, arrepentirnos de ello, confesar nuestro pecado, y buscar que esa iniquidad sea desarraigada de nuestro ADN espiritual.
La fidelidad es lo único que nos permite ser promovidos en el reino. Muchos cristianos erróneamente buscan ser promovidos ministerial o eclesiásticamente a través de infidelidad a sus autoridades, a los principios del reino y a Dios mismo y lo logran! No dándose cuenta que una posición ministerial no necesariamente habla de una posición en el reino. Puedes tener una alta posición ministerial y ni siquiera ser conocido en el reino! Tu posición ministerial es temporal, la del reino es eternal.
Nuestro Señor nunca recibió reconocimiento ministerial de los líderes religiosos de su época. Venció la tentación de Satanas ofreciéndole una posición a cambio de su adoración. Cuando quisieron hacerlo rey, desapareció del escenario. Nunca le dieron el título que se merecía, tampoco lo buscó porque esa no era su misión. Su misión era hacer la voluntad del Padre. Su fidelidad lo llevó a ser obediente hasta la muerte. Y esa fidelidad fue la que lo llevó a ser promovido al lugar de preeminencia. El reino le otorgó un nombre sobre todo nombre! Su posición en la tierra fue temporal, rechazado, desconocido, menospreciado; pero su posición en el reino permanece: Rey de reyes y Señor de señores cuyo reino no tiene fin.
Tu fidelidad puede que a simple vista no te lleve a ninguna parte en el ámbito donde te mueves; pero ciertamente no escapa de la vista de Aquel que dijo: si en lo poco eres fiel, sobre mucho te pondré. Recuerda que su reino no es de este mundo como tampoco nosotros. Ningún hombre puede ofrecerte una posición que permanezca solo el Eterno puede hacerlo y solo lo hará de acuerdo a tu fidelidad.
Aprendamos a ser fieles, como verdaderos hijos de Dios. Y recordemos, la fidelidad no es un asunto de relación sino un asunto del corazón.
Dios es Fiel y su Misericordia es para siempre. Si nosotros los cristianos y todos los seres humanos entendiéramos que en la fidelidad a Dios sus principios y preceptos nos conducen por caminos de Bienaventuranzas (Felices), «lo que tanto persiguen algunos», nuestra convivencia momentánea en este mundo seria mas llevadera y tranquila. Es tan poco lo que tenemos que hacer y tan sencillo, pero el afán por aparentar lo que no somos nos hace caer en la tentación de la infidelidad. Dios te continué bendiciendo amada de Dios.